26 sept 2013

16 sept 2013

13 sept 2013

Portada, SECRETO: MARIDO


SECRETO: MARIDO , de Lucinda Gray

                                                                                - I -

                                                                                                                                  Londres, 1847                                                                                                                                           Mansión de los Talbot


 -No sigas por favor…--Repetía una y otra vez la voz torturada de un hombre. -Pero es que lo sientes… al igual que yo—Anthony se mesó el cabello con desesperación—.Paul -- hizo una pausa para mirar en lo más profundo de aquella marea celeste--, no puedes seguir negando esto que sentimos—su voz era un sonido estrangulado.—Ya… no, por favor, ya no. Al decir esto levantó la vista hacia el hombre que lo contemplaba desde su inmensa estatura con semblante ceniciento. Se había citado allí con su amado amigo para intentar definir de una vez su situación. Él nunca acudía a fiestas ni salía de casa para no tener que hacer frente a su condición. Se consideraba un enfermo, un ser perverso por sentirse como lo hacía, por ir contracorriente, por no poder hacer feliz a su madre y a su abuelo, pero su desdichado corazón había despertado junto con su cuerpo sin que pudiera hacer nada por detener aquella tormenta de sensaciones que lo embargaban cada vez que estaba cerca del otro hombre. No podía seguir callando y quería desahogarse con la persona que amaba en las sombras. Desde que conoció a Paul Saint-Jons, en una librería de un modesto barrio londinense, se había sentido exultante. Feliz. Sintió como si renaciera y, fue por eso, había querido hacer algo al respecto. Había estado muerto tanto tiempo que ese sentimiento que se había despertado en él, como ningún otro desde que tenía once años, no podía quedar relegado al olvido. No quería relegarlo al olvido. Sin saber cómo se habían hecho amigos, inseparables desde que Justin, el único amigo que le quedaba soltero a Paul, se había prometido hacía apenas unas semanas con la nieta pequeña del Duque de Rosewood y hermana de Clare Stanton, una bella muchacha que no dejaba de perseguirle a todas horas a pesar de que le había demostrado una y otra vez su desinterés. Recordó el momento en que, sin esperarlo, había sentido algo en Paul. Tal vez un reconocimiento de haber encontrado a su alma gemela. Tal vez fuese su imaginación o sus deseos desesperados de que aquello no fuese una vaga ilusión. No sabía determinar lo que era, pero estaba seguro de que sus sentimientos eran correspondidos y no iba a dejar pasar la oportunidad de saberlo. Ya nada le importaba. Su familia le había dado de lado, su prima, en quien había confiado ciegamente desde la adolescencia, le había traicionado contándole a su madre que él no era normal, y esa vieja arpía que siempre había odiado a su progenitora, no perdonándole que se casara con su difunto padre gracias a un escándalo, no había perdido un momento en irle con el cuento a su querido abuelo para predisponerlo en su contra. Cuando el viejo Conde lo enfrentó no fue capaz de mentirle. Le respetaba y quería demasiado para hacerlo, y por eso hacía no más de seis meses que había reconocido a su tío Julián como hijo y heredero, en su afán de que alguien le proporcionase un nieto para perpetuar la estirpe, ya que él se había negado en redondo a casarse con ninguna mujer y hacerla desgraciada para satisfacer unos intereses ridículos sobre el linaje. Llevaba tiempo enamorado de Paul, y si su abuelo que era la persona que más le importaba en el mundo, después de su querida madre por supuesto, lo sabía, ¿qué más le daba que la persona a quien amaba también lo descubriese? ¿Qué más podía perder? ¿Los amigos? En realidad no creía que los tuviese, sobre todo teniendo en cuenta los comentarios despectivos que estos solían hacer hacia otros hombres con los instintos que el compartía sin saber que formaba parte de ese estrecho círculo. En un principio había sentido pavor de que Paul descubriese sus sentimientos, sin embargo la decisión estuvo tomada unos meses después de ser desheredado por su abuelo. Por supuesto la versión oficial era que el Conde había reconocido finalmente a su hijo bastardo y que él, el que iba a ser el heredero, había cedido su lugar de buen grado a su tío. Pensando de nuevo en Paul decidió que no. Él no podía estar equivocado, si no hubiese visto, aunque fuese de manera fugaz, en Paul, los mismos sentimientos que él albergaba en su corazón, jamás hubiese dado ese paso. El más importante de su vida. -No se trata de negar nada-- respondió Paul en un susurro al hombre que lo miraba desde su asiento en el banco de mármol, rodeado de aquellas espectaculares rosas blancas,-- sabes que no puede ser. Tú ya has conseguido que tu abuelo te repudie y todo el mundo se pregunte qué ha ocurrido—Parecía frustrado e impotente.—Nadie se cree esa absurda historia que habéis contado. No es necesario fomentar más los chismes, Anthony te despedazarían … y a mí contigo--Añadió.—No sé si sería capaz de soportarlo. -Sé que lo que te pido es un imposible en este mundo—Unas lágrimas amenazaban peligrosamente por derramarse por las finamente esculpidas mejillas de Anthony.—Me conformo solo con saber que me amas, necesito algo que me empuje a seguir viviendo después de haberlo perdido todo por… Paul cerró los ojos con fuerza para no ser testigo de la desesperación del hombre. De su Anthony, pensó con dolor, un dolor que no le era tan ajeno como su amigo pensaba, quien con su cabello leonado y ojos azules, parecía la viva imagen del desconsuelo. El no podía soportar hacerle daño. No cuando sus sentimientos eran totalmente correspondidos. Sin embargo lo que pedía no tenía sentido. ¿Para qué quería saber si él también lo amaba? No se podía hacer nada. El mundo, su mundo, no estaba preparado para enfrentar la situación de ver a dos hombres enamorados convivir en pareja. Mucho menos compartir una vida como un matrimonio normal, aquello no era normal. Y el sincerarse, demostrarle lo que sentía, solo haría más dolorosa la situación, más aún teniendo en cuenta que Paul había descubierto recientemente esos extraños sentimientos, y desde entonces se le había hecho muy duro seguir con sus famosas visitas a prostíbulos y garitos, con el único fin de no tener que hacerles frente. ¡Demonios¡ Ahora que Anthony había tenido el valor de abrirle su corazón… ¿podría él hacer como si nada de eso, con lo que tantas noches había soñado, ocurriese de verdad? Como si una fuerza extraña tirase de él se puso de rodillas y con sumo cuidado le tomó aquella hermosa barbilla cuadrada, acercándola a su rostro, como si de una frágil flor se tratara. -Por supuesto que te amo, Tony --le confesó cariñosamente,-- te amaré aunque con ello me desgarre el alma—aquellas simples palabras se le escaparon sin apenas darse cuenta y para su propia consternación. El no había querido hacerlo, su cabeza le había indicado que no dijese nada. Le había ordenado a su cuerpo que se mantuviese inmóvil. No debería haber dicho nada. Se había convencido de que no debía, y sin embargo una fuerza extraña lo empujaba hacia el ser amado como si nada más importase, como si su vida careciese de sentido sin esa persona que le suplicaba amor sin exigirle nada a cambio. En aquel momento no había nadie más y su corazón colocó una venda a su raciocinio sintiéndose verdaderamente libre por primera vez en toda su depravada vida. Acercándose lentamente al rostro de Anthony le miró a los ojos como si estos pudieran decir todo lo que su corazón albergaba sin palabras. Él, que nunca había tenido problemas con el lenguaje, en aquellos momentos, lo más importantes de su corta existencia, se había quedado sin palabras. Y ocurrió. Inevitablemente pasó. Se acercaron poco a poco, temerosos de que alguno hiciese un movimiento que asustara al otro, conscientes de la importancia de aquel pequeño acto. Ninguno de los dos estuvo preparado para aquello. En el momento en que sus bocas se tocaron algo explotó. Una magia en el aire les hizo reconocerse mutuamente como dos mitades de un todo. Los dos hombres se besaron con una ternura desconocida para ambos. Para Paul aquello fue una liberación, ya que por una vez estaba haciendo verdaderamente lo que su corazón y su cuerpo le pedían y no tenía que fingir con ninguna mujer un deseo que no sentía. Para Anthony, fue como descubrir el amor, ya que se había mantenido totalmente célibe hasta ese momento por no ir contra sus principios de jugar con los sentimientos de ninguna mujer para satisfacer las expectativas de los demás. Sobre todo las de su abuelo. Sus labios habían sido vírgenes hasta que había bebido de la boca de Paul. ¡Oh Dios¡ Para Tony aquello era el paraíso, y poco a poco el leve roce de sus labios se fue haciendo más audaz. Más profundo. Donde la pasión se iba abriendo camino entre ellos, exigiendo a Anthony que liberase todo el deseo de años contenido. Paul detectó la inexperiencia del otro hombre y dio gracias mentalmente porque ambos pudieran experimentar aquel amor por primera vez. Juntos. Con un hambre desmedida le separó los labios introduciendo su lengua salvajemente en la boca al otro hombre, provocando en éste un gemido de sorpresa… y placer. -¿Qué estáis haciendo?--Preguntó con furia una voz desgraciadamente conocida para Paul, quien se quedó rígido de la impresión y se apartó de Anthony bruscamente, rompiendo la magia del momento y sintiendo como el mundo se habría bajo sus pies. Lo que más había temido estaba ocurriendo. Había estado tan cegado por el deseo de estar con Anthony que no había tenido en cuenta que pudiesen ser descubiertos. ¡DIOS¡ Estaban en la terraza que daba al jardín del salón de baile. -¿Qué hace aquí Señorita Stanton?—Le preguntó Anthony con furia contenida a Clare mientras se separaba de Paul y se colocaba delante de este para protegerlo con su cuerpo de las pullas que aquella malcriada intentase lanzarle.--¿Por qué no deja de perseguirme? -¿Tratas de culparme a mí de algo?—le preguntó la muchacha que no podía creer tal descaro. -Clare por favor, no hagas ninguna escena— suplicó Paul desde atrás—. Déjame que te explique. -¿Qué no haga qué Señor Saint-Jons?—Le espetó dolida.--¿Por qué tú, Paul, tú que eres como un miembro más de la familia? ¿Mi primo sabe de tus asquerosas inclinaciones?—Aquello no podía ser. Eso era lo último que ella hubiese podido imaginar del hombre que amaba, y por eso se sentía defraudada y engañada. Sentía mucho dolor. También se sentía traicionada por Paul, a quien quería tanto como a su primo Chris—. Dudo mucho de que Christopher te permita acercarte a sus hijos cuando se entere de esto—soltó con asco. Anthony hubiese deseado estrangular allí mismo a la joven Lady Stanton pero entonces el escándalo sería aún mayor y, aunque a él no le importase lo más mínimo que pudiesen decir los demás de sus preferencias sexuales, tenía que proteger a su familia. Es más, debía proteger a Paul que no pensaba lo mismo. -Creo que he llegado un poco tarde. Los tres se volvieron para ver a quien pertenecía aquella siniestra voz que salía de las sombras. Paul rezó mirando al cielo para suplicar que no apareciera nadie más, aunque Anthony reconocería aquella voz grave y autoritaria en cualquier parte del mundo. Suspiró aliviado al reconocer la voz de su tío Julián. Aquella era la única persona que verdaderamente no lo había juzgado y había intentado comprenderle cuando su madre había llorado desconsolada al conocer sus inclinaciones. Hasta su abuelo lo había repudiado, maldiciéndolo por no obedecerle en lo referente buscarse una esposa para curar su mal. -Anthony, sal de aquí antes de que alguien más sea testigo de todo esto—Le ordenó a su sobrino—. Usted también Señor Saint-Jons—su tono imperioso no daba lugar a réplica—. Vamos, ¡dense prisa¡ Los dos hombres asintieron con gratitud mientras se adentraban en la oscuridad del jardín para no ser vistos, ignorando a aquella arpía y sus malvados comentarios. No podían asumir el riesgo de que alguien los encontrara y optasen por creer el cuento con que Clare Stanton quisiera entretener a la buena sociedad para salvar su orgullo herido. La audaz muchacha no estaba dispuesta a permitir que aquello acabara de forma tan brusca. Ella necesitaba dar rienda suelta a su decepción, su dolor y desconsuelo. A su mal genio. A sus ilusiones rotas. No iba a permitir que aquellos dos escaparan de allí de rositas. Ella no iba a ser la única en sufrir. -De eso ni hablar—protestó Clare indignada colocándose justo delante de la única salida que daba al oscuro jardín—. No se moverá nadie hasta que lleguen los demás y… -Yo me ocupo de la moza—les tranquilizó Julián--. Ahora márchense— los urgió mientras apresaba a Clare en un fuerte abrazo que hizo que la joven contuviera la respiración debido a la fuerte presión que estaba ejerciendo sobre ella y al hecho de ser la primera vez que la abrazaba un hombre tan íntimamente. Paul detuvo su huida un instante dudando entre ayudar a Clare o salir corriendo, no en vano la había visto crecer desde que tenía unos meses. Al ver su indecisión Anthony tiró de su brazo haciéndole un gesto negativo con la cabeza. Confió en que si se quedaban no habría vuelta atrás, y deseó creer que Julián no le hiciera verdadero daño a la joven, por lo que desapareció por donde le había indicado el tío de su enamorado dejando a una rabiosa Clare detrás de sí, sujeta por los poderosos brazos del otro. -Suélteme estúpido--le espetó Clare con furia y lágrimas en los ojos.--¿No ve qué me está haciendo daño? -No lo creo monada--le dijo con burla mientras admiraba aquellos ojos verde oscuro que lo miraban con rabia mal contenida, enmarcados en un rostro angelical en forma de corazón. Julián pensó que no era justo. Se preguntó como un ser tan hermoso podía ser a la vez tan mezquino y manipulador. -No te moverás de aquí hasta que me prometas que no contarás nada de lo que ha ocurrido esta noche. Será nuestro pequeño secreto-- ordenó con gesto amenazante. -¿O qué Señor? ¿Acaso va a golpearme?—le enfrentó la joven ajena a las turbulencias que recorrían el cuerpo del hombre—. Sabe, no creo que pueda obligarme a nada—Le dijo alzando su bello rostro hacia él en un gesto desafiante—. No tiene usted autoridad sobre mi persona—. El valor de la joven lo tenía cautivado por hacerle frente cuando podría arrastrarla hasta un lugar apartado del oscuro jardín y aprovecharse de su inocencia sin que a nadie le diese tiempo a intervenir. --¿Acaso tendré que convencerla?—Le preguntó en un tono burlón mientras ella entrecerraba los ojos presa de la duda ante lo que él haría—. Créame Señorita--dijo en tono seductor--, puedo ser muy persuasivo si me lo propongo. Al ver que Clare se mantenía en silencio debido a la cautela, Julián decidió darle una lección a aquella joven orgullosa y petulante. ¿Acaso creía que quedaría sin castigo por intentar engañar a su sobrino de aquella manera tan malvada? Ningún hombre debía verse obligado a cargar con una mujer que no había elegido ni comprometido voluntariamente. Le iba a demostrar que no. Además, disfrutaría dándole una lección que jamás olvidaría. Le enseñaría que jugar con fuego podía dejar graves quemaduras. Menos mal que pudo oír a tiempo la conversación que aquella arpía había mantenido momentos antes con sus dos conspiradoras para colocar a Anthony en una situación comprometida con el fin de obligarlo a casarse con ella. Menos mal que él había llegado en el momento justo. 




                                                                            - II -


 -Disculpe señor. -¿Si?—Paul estaba recostado en su sillón favorito en la gran biblioteca de su casa de soltero. Aquella casa que durante tantos años había compartido con Chris y Justin, hasta que el primero se casó, y el segundo estaba a punto de hacerlo. -Hay un joven que pregunta por usted.—Alfred, su mayordomo, un hombre bastante entrado en años, lo miraba esperando una respuesta ya que la noche anterior le había ordenado que no hiciera pasar a ninguna visita sin antes consultarlo con él. No sentía ganas de ver a nadie. -¿Se ha identificado el hombre?—Preguntó cansado. -Se trata de Lord Anthony. Al saber de quién se trataba tragó saliva. Quería y a la vez no deseaba ver al hombre. Después de la noche de la fiesta se despidió de Tony con dureza, culpándolo de todo lo que estaba ocurriendo, de haber irrumpido en su vida de aquella forma y haberle robado la razón como lo había hecho. Era consciente de que había obrado mal, sin embargo ¿qué podía hacer? ¿decirle que se mudara a su casa para vivir juntos? ¿acaso tenía que darle falsas esperanzas y fomentar aquella pecaminosa atracción? Era mejor que Anthony lo odiara. Al menos que no albergara esperanzas con relación a ellos. Esperanzas de algo que no podían tener. -¿Le hago pasar a la biblioteca?—preguntó el mayordomo con aire ausente. Paul se rascó la barbilla en un gesto que lo caracterizaba desde que era un renacuajo, y que siempre hacía cuando estaba nervioso e intentaba disimularlo. -No, mejor al estudio—en cuanto Alfred salió de la biblioteca se dirigió a la sobria estancia, no sin antes pararse en uno de los muchos espejos que había en la casa para ver su aspecto. Decidió que como siempre no había queja en él. Ojos claros, cabello negro azulado y cortado según los dictámenes de la moda, mandíbula cuadrada y bien afeitada, piel levemente bronceada, y expresión risueña a pesar de sus males. Debía reconocer que le gustaba mucho su aspecto y estaba agradecido por él. Más aún le gustaba el aspecto de Tony, pensó en cuanto lo vio cruzar la puerta del estudio. No podía culpar a la pequeña Clare por haberse enamorado perdidamente de él, sobre todo conociendo su carácter tierno y soñador, así como su delicada naturaleza en lo que a poesía se trataba. Sin poder evitarlo se le escapó un largo suspiro que no pasó desapercibido para el otro hombre, arrancándole una fugaz sonrisa y provocando que Paul se amonestara en silencio por su torpeza, ¿era así cómo quería desalentarle? ¡Bravo¡ Lo estaba haciendo estupendamente. Se fijó en el aspecto que presentaba la causa de sus desvelos y tuvo que reconocer que ese día estaba más atractivo que nunca. Demasiado para su gusto. La leonada y dorada cabellera, más larga de lo que dictaban los cánones, brillaba sedosa al trasluz del ventanal de la pequeña estancia, y sus ojos tenían un aspecto felino y expectante. El muy truhan se había puesto una levita de terciopelo verde botella sobre unos pantalones de montar claros, lo cual evidenciaba su cuerpo atlético y provocaba en Paul deseos incontenibles de lanzarse sobre él y arrancarle la ropa, más aún cuando ésta se ceñía con tal descaro sobre su bien torneado trasero. -Tú dirás—le soltó Paul con cajas destempladas mientras ponía en orden sus instintos—. Espero que no vuelvas con lo mismo otra vez, por si acaso, permíteme que te informe de que mi respuesta sigue siendo negativa. Anthony no se amilanó ante la dureza de las palabras de Paul. Su amado era una persona por lo normal abierta y desenfadada, por lo tanto esa actitud de tipo duro que había adoptado le debía estar resultando toda una tortura mantenerla. Él ya había decidido darle tiempo. -Vaya--le dijo en tono desenfadado—, al parecer tu hospitalidad ha dejado de ser eficiente, ¿podrías invitarme a una copa de coñac?—Paul apretó los dientes cuando vio que Anthony tomaba asiento frente a él, quien se encontraba sentado detrás del escritorio, con todo el mayor de los descaros. -Sírvete tú mismo. -Verás, en contra de lo que piensas--mientras hablaba se dirigió a la licorera para servirse, consciente en todo momento de la mirada hambrienta del otro en sus espaldas--, no estoy aquí para atormentarte. -No me digas. Anthony actuó como si no hubiese oído nada. -¿Se puede saber cuál es el objeto de tu visita? -Mi tío Julián se ha casado —soltó con pesar. -¿Y…?—Paul no entendía que tenía que ver el otro con ellos. -Con Clare Stanton—Al ver la mirada de asombro de Paul decidió darle la información completa de primera mano—. Al parecer nuestra querida amiga está chantajeando a mi tío con divulgar la relación que, según ella, mantenemos ante los ojos de todos, quiso así poner fin a los rumores que circulan sobre ella al haber sido descubierta en una situación comprometida con Julián el día que nos ayudó a escapar de la fiesta. -¿Tu tío se aprovechó de Clare ese día?—Preguntó incrédulo—. Si parecía querer azotarla. -Según este no tuvo otra forma de hacerla callar que besarla y sujetarla. Lo malo fue que en ese momento aparecieron la madre de Clare acompañada de Lady Talbot y mi prima Jenny. Así que imagínate, las dos últimas son peor que la sección de cotilleos del Ecos de Sociedad. -Me dejas de piedra—Paul emitió una leve sonrisa al pensar que si alguien podía meter en cintura a la caprichosa chica, ese sin duda era el tío de Anthony—. Gracias por avisarme, creo que entonces podemos estar tranquilos. Llegué a pensar que iría corriendo a poner a su familia en mi contra, al parecer no será así. Paul se había quitado diez años de encima. Desde el día que tuvo lugar aquel encuentro entre Tony, él mismo y Clare, en el jardín de las Talbot, apenas si dormía ni salía de casa esperando a ver cuando se producía el desastre. Por fortuna éste parecía que no iba a llegar. Al mirar de nuevo al hombre que se encontraba sentado frente a él en el pequeño estudio, tuvo que contener el aliento. La mirada de deseo en los ojos del otro mientras se fijaba en su delgada boca lo estaban llevando a un terreno peligroso. Muy peligroso. Un sudor frío amenazaba con correrle por la espalda. -Bien--dijo levantándose con brusquedad—, si no tienes más que decir debo pedirte que te marches. Tengo que salir. -Por supuesto— Tony captó el mensaje y decidió ceder, por esta vez. Tomando su sombrero y la fusta se dirigió a la puerta del estudio para marcharse inmediatamente de allí. -Anthony-- Paul no sabía por qué pero en realidad no quería que se marchara. El joven se volvió en el momento en el que iba a cerrar la puerta y lo miró directamente a los ojos. Anhelante. Conteniendo el aliento. Esperando y temiendo lo que tuviera que decir. -Gracias— no tuvo valor para decir nada más.—Por favor, cierra cuando salgas. -Descuida. Anthony no iba a hacer reproches, no iba a hacer reclamos ni a gritarle que era un cobarde. Él durante mucho tiempo estuvo atormentado por sus demonios, los mismos que ahora se cernían sobre Paul. Él, mejor que nadie, comprendía por lo que estaba pasando. Sería paciente y, mientras tanto, lo amaría en la distancia. Algo le decía que Paul finalmente claudicaría y aceptaría ese amor. Su amor.

                                                                                 *** 

 -¡Paul¡--Exclamó Anne encantada de volver a verlo—. Ven conmigo a tomar el té al jardín para que podamos charlar más tranquilamente. Los niños me tienen exhausta. El hombre la siguió sonriendo. En verdad jamás pensó que aquella joven llegada desde España hacía ya más de siete años hubiese podido meterse tan dentro de su corazón. Verdaderamente la quería tanto como si de la hermana que nunca tuvo se tratara. -¿Sabes qué Clare se casó hace unas semanas?—Le confió con una mueca—. Esa hermana mía es todo un caso, pensábamos que estaba enamorada del sobrino y va y se nos casa de forma repentina y casi a escondidas con el tío. -¡Oh¡ —Fue lo único que se le ocurrió. -Los únicos que asistieron a la ceremonia fueron mis padres, Chris que se encontraba en Londres, y claro está, la hermana y el padre del novio. Lady Melinda, madre de Anne, apareció en ese momento llevando al último vástago de esta con su amigo Chris en brazos, la pequeña Isabella, quien no dejaba de berrear de forma exagerada para consternación de la joven abuela y obligando a su amiga a tomarla en brazos para calmarla. -Debería estar enfadada contigo—le regañó--, hace más de un mes que no sabemos nada de ti. -Por cierto—preguntó ignorando la reprimenda--, ¿dónde se encuentra Chris? -Debe estar por llegar, había salido al despacho del Sr. Northon a revisar unos documentos, pero no debe tardar. -¡Tío Paul¡--Exclamó una cabeza morena desde detrás de la puerta que daba al jardín para luego esconderse. -Parece que tu ahijado te ha encontrado —le dijo Anne con una sonrisa. -Sí--asintió mientras se levantaba para dirigirse al pequeño de dos años y tomarlo en brazos--, y creo que yo.. -Ni se te ocurra acercarte a mi hijo o te pego un tiro ahora mismo. Esas palabras dichas con tal dureza provocaron que Paul se parara en secó, esfumándose la sonrisa que momentos antes se dibujaba en su atractivo rostro. -¿Estás loco?—Preguntó Anne llevándose una mano al pecho--. ¿Qué demonios te pasa?—Le espetó a su marido mientras devolvía la bebé a brazos de su madre, quien optó por retirarse del jardín en dirección a la planta superior profiriendo una apenas audible disculpa. -Christopher —No sabía que decir o hacer. Se había quedado helado. ¿Ese era el tan temido desastre? -Discúlpate ahora mismo —exigía Anne detrás de Paul. -Quiero que te marches de mi casa ahora. —Chris daba miedo, tal era su encono. En ese momento aparecieron Sarah y Justin tomados de la mano. -¡Hombre amigo¡--Exclamó el rubio escocés, ajeno a toda aquella situación—Aún no me has felicitado por…--Al darse cuenta de que allí pasaba algo gordo optó por cerrar la boca y mirar a su reciente prometida, quien lo miró encogiéndose de hombros. Ninguno sabía que era lo que ocurría. -No me hagas sacarte a patadas de aquí. -Claro —aceptó Paul consciente de que el desastre estaba muy cerca. -Ni hablar—protestó Anne —. Tú no vas a ninguna parte. -Anne no te metas. —Le ordenó su marido. -Por supuesto que lo hago--le contestó-- ¿quién te crees que eres para tratar así a mi amigo, a tú amigo? -Me gustaría saber que está pasando—Intervino Justin con el semblante serio. Ellos tres nunca se peleaban. -¿De verdad queréis saber lo que ocurre?—preguntó Chris mirando a Paul. -No hace falta--por favor no— me voy inmediatamente. -Tú no vas a ninguna parte— le ordenó Anne. -Creo que es mejor que pasemos a la biblioteca--señaló Sarah al darse cuenta que los criados mal disimulaban su curiosidad—, allí se puede aclarar lo que sea que haya ocurrido. Debe de tratarse de algún malentendido. -Vamos— ladró Chris y obligó a todos a acompañarlos. Incluido Paul.

                                                                                   *** 

 -¿Se puede saber qué has hecho esta vez?—Le pregunto Sarah molesta mientras volvía a la biblioteca acompañada de su hermana Clare—. Chris tiene cara de querer matar a alguien y la ha tomado con el pobre Paul. -No tan pobre —dijo entre dientes—. Se tiene bien merecido lo que le pase. -¿Qué quieres decir? Se trata de Paul, no sé si te acuerdas de él. Clare se mordió la lengua, aún le guardaba rencor al amigo de su hermana por haberse cruzado en sus bien trazados planes, aunque en cierto sentido empezaba a arrepentirse de su arrebato de cólera al escribir esa dichosa carta. Las cosas tampoco habían salido tan mal, después de todo se había casado con el futuro Conde de Strafford, en realidad había hecho un buen matrimonio, y no podía negar que se sentía exageradamente atraída hacia su marido, aunque no podía decirse que estuviera enamorada de él como lo había estado de Anthony. Lo malo era que Julián apenas empezaba a confiar en ella. ¿Qué haría cuándo descubriera que había enviado una carta a su primo Christopher relatándole los hechos tal y como sucedieron el día de la fiesta en casa de los Talbot? ¿Y si supiera que había adornado un poco la escena para poner a Chris en contra de Paul? -No me hagas caso, estoy un poco nerviosa. -¿Es por lo de hace unas noches en aquel burdel?—Le preguntó Sarah.—Ya le advertí a Justin que no te llevara allí. Menudo lío se armó con Julián—Sarah sonreía y logró arrancar una sonrisa en Clare. -Sí, es verdad, aunque creo que le vino bien—Le confió a su hermana—. Parece que ha cambiado en algo su actitud conmigo. -Pues entonces--Sarah se dispuso a abrir la puerta de la biblioteca—hazme caso y pórtate bien. -¿Tú no entras?—Le preguntó horrorizada solo de pensar que no iba a contar con su apoyo. -Lo cierto es que no--negó con la cabeza haciendo que su rizada cabellera, recogida en una coleta en lo alto de la cabeza, se moviera de un lado a otro—, no me gustan las discusiones y prefiero no saber de qué va esta. Dándole un ligero beso para reconfortarla la empujó para que entrara en la biblioteca, cerrando inmediatamente la puerta después, alejándose de allí en dirección a los establos. Cuando Clare estuvo dentro de la estancia, todas las miradas se volvieron hacia ella. 



                                                                          - III -


          La pena y el dolor amenazaban con dejarlo sin aire. Demasiados agravios, demasiadas miradas de horror y desprecio. Demasiada incomprensión. Sin embargo, ¿qué podía esperar? Jamás hubiese podido imaginar que aquello pudiera pasarle, pero le estaba ocurriendo y solo necesitaba un brazo amigo en el cual desahogarse. Bastante tenía con saber que nunca podría tener a la persona que amaba como cualquiera de sus amigos. Christopher se había casado con Anne y eran padres de cuatro preciosos pequeños, tres hicos y una damita. Justin se había enamorado de la prima pequeña de Chris, la tímida Sarah, y después de un accidentado y escueto noviazgo, pronto estarían casados. Todos estaban bien, todos eran felices. Todos menos él. Sin darse cuenta se había enamorado de una persona por quien jamás pensó que podría sentirse atraído. Si alguien siquiera le hubiese insinuado que aquello podría pasarle, hubiera sido capaz de retarle a duelo por atentar contra su honor. ¡Ja¡ Su honor. Y ahora andaba metido en un problema por culpa de esa anormal atracción y la prima mayor de Christopher, Clare Stanton, quien también había puesto los ojos en el hombre que le había robado el alma y la paz. La muchacha se indignó tanto por lo que había descubierto que actuó con toda la rabia y maldad de la que fue capaz, hasta conseguir que Chris lo echara de su casa como si de un leproso se tratara y le impidiera volver a acercarse a sus hijos, acusándolo de pervertido y amoral. A pesar de que Anne, la esposa de este, había salido en su defensa con uñas y dientes, llorando y maldiciendo a su esposo por su actitud, lo habían sacado de la casa del Duque de Rosewood como si de un apestado se tratara. Incluso habían dado órdenes de no volver a dejarlo pasar. Ya habían pasado semanas desde aquel dramático momento en que sus personas más queridas le dieron la espalda por algo que no había podido controlar. Pero, ¿cómo se le cierran las puertas al corazón para que no entre quien nos parece inadecuado? ¿Cuál era el remedio para dejar de sangrar de dolor? ¿Acaso Chris no tuvo que luchar por la incontrolable atracción que sentía por Anne hasta que finalmente se vio obligado aceptar lo que le decían su cuerpo y su corazón? ¿No podía su amigo entenderlo mejor que nadie? Anthony, su recién encontrada alma gemela, y la persona que Clare había elegido como futuro esposo a pesar de haberse visto obligada a casarse con Julián, le había enviado varios mensajes donde le rogaba que se encontraran y aclararan sus sentimientos. Este quería que definieran su situación. ¿Situación? Aquello era un infierno. ¿De verdad creía Tony que él podría tomar alguna decisión acertada de lo que debían hacer? Por supuesto que sospechaba, es más, tenía la certeza, de lo que el otro pretendía. Sin embargo no estaba dispuesto a ceder. No necesitaba que el chisme de lo que sentía por su joven amigo llegara hasta oídos de su padre, quien, en los últimos meses, no dejaba de azuzarlo para que se comprometiera con una joven dama y se casara dándole el ansiado heredero y nieto. Era consciente de su penosa situación. Siendo hijo único, heredero de un ducado acompañado de una gran fortuna, sin apenas familia, aparte de sus padres y una prima lejana criada en Estados Unidos, se veía atrapado en un callejón sin salida. Se veía abocado a una vida triste y solitaria, añorando lo que no podía tener, el único consuelo de esos últimos meses de saberse enamorado de otro hombre era saber que contaba con sus amigos, verse implícito en sus vidas lo hacía olvidarse de sus desdichas. Nunca llegaría a entender el por qué Clare había tenido que ponerlos en su contra. Ella ya se había casado, y por lo que todos habían podido ver, la atracción entre esta y su marido era más que evidente, solo era cuestión de tiempo que se entendieran y dejaran sus diferencias a un lado. ¿Qué le pasaba a la chica? Era hermosa, divertida, aunque un poco malcriada y caprichosa, se había casado con un hombre muy apuesto y emprendedor, era rica… Paul sacudió la cabeza con pesar. Andaba tan distraído analizando sus sentimientos y la situación en la que se encontraba que no lo vio venir.

                                                                         *** 

 Clare estaba probándose un pequeño sombrero para su nuevo traje de montar cuando la figura de un hombre moreno y alto, más que la media, atrajo su atención. Al percatarse de que era el amigo de su primo decidió ir en su busca y aclararle algunas cosas de los últimos acontecimientos ocurridos en la casa de su abuelo en las últimas semanas, y donde ella, junto con su familia política, eran parte de los protagonistas. -¡Paul¡¡Paul¡--Gritó la mujer desde la puerta de la sombrerería donde se encontraba--. Paul espera, tengo algo que decirte. Salió disparada detrás del hombre de poco más de treinta y pocos años, de celeste y risueña mirada, para poder alcanzarlo en el momento justo en que este se disponía a cruzar la calle. Al darse cuenta de que Paul parecía no oírla, o incluso ignorarla, se empeñó en detenerlo y hacerse escuchar, por lo que apretó el paso y justo en el momento en el que lo tomaba del brazo de la chaqueta azul marino que éste solía llevar, se originó el caos. Paul sintió como algo lo impulsaba hacia atrás en el mismo momento en el que un faetón de color negro se le descontroló a su conductor precipitándose contra él, quien al intentar girarse, se sorprendió al verse sujeto por una mujer de pelo rubio, casi blanco, y baja estatura, a quien pudo reconocer como la causante de gran parte de sus problemas. -Paul –dijo la joven sin aliento mientras caía bajo el enorme cuerpo de este. Su rostro había perdido el color y en sus ojos se podía ver una expresión de terror que consiguió erizarle la piel --, mi bebé. Clare se había llevado las manos al vientre. Al darse cuenta de las implicaciones de esas breves palabras, se giró rápidamente para proteger a la mujer con su cuerpo en el mismo momento en que el vehículo les arrollaba. Ni siquiera se detuvo a medir las consecuencias de su acción, solo pudo sentir un brutal golpe en la cabeza y en el hombro que le provocó unas intensas ganas de vomitar, a la vez que se iba sumiendo en un profundo letargo mientras oía voces lejanas que chillaban y personas que corrían. Sintió como iba cayendo al vacío sin que pudiese hacer nada por evitarlo. Iba descendiendo por un túnel oscuro donde no alcanzaba a ver el final. ¿Qué había pasado? ¿Clare estaba bien? ¿Por qué se había tenido que cruzar de nuevo en su camino para provocarle más dolor? No podía verla aunque la sentía sollozar. Las voces eran cada vez más lejanas, tanto, que finalmente dejó de oírlas. Silencio y oscuridad. Al igual que su existencia. Pensó que por fin descansaría en paz. ¿Dejaría entrar San Pedro en el Cielo a tipos como él? 



                                                                       - IV - 

                                                                                                                      Madrid, 3 de julio 2010
                                                                                                 Plaza de Vázquez de Mella, Chueca

 Algo tiraba de él. Intentó abrir los ojos pero un profundo dolor de cabeza le impedía hacerlo. Se llevó una mano hacia éstos para cubrirlos antes de volver a intentarlo. Ahora sentía un trapo húmedo en la nuca. -Vamos Paul--Alguien lo estaba llamando y parecía ser la voz de Christopher—. No vayas a aguarnos el festival, así que mueve el culo y levanta si no quieres que lo haga yo.—Al comprender que era Chris quien lo urgía a levantarse abrió los ojos de golpe debido a la impresión. ¿Cómo es que le dirigía la palabra otra vez después de la dureza con la que se despidieron hacía pocos días?—Parece que mi amenaza a surtido efecto. Paul miró a Chris, quien le devolvió la mirada con una pícara sonrisa. Al igual que cuando eran amigos y compañeros de correrías nocturnas. ¿Qué estaba pasando? -Quita de ahí anda--esa era Anne--, vamos tesoro, te ayudaré aponerte en pié. Menudo susto nos has dado. Pensábamos en llevarte al hospital ya que es imposible que el 061 llegue hasta aquí con toda la gente que hay. -¿061? -Cariño creo que el golpe en la cabeza puede haberle afectado--le dijo Anne muy seria al otro--¿no será mejor que nos marchemos? -Ni hablar. -Pero… -Paul--esta vez el hombre de dirigía a él—, déjate de payasadas y levántate de una vez, quiero llegar a tiempo al concierto. -Concierto—Fue lo único que pudo decir al percatarse del extraño atuendo de su amigo. ¿Llevaba Christopher puesta una extraña camisa de color rosa enseñando los brazos y sin chaqueta?.—Me duele un poco la cabeza. -Pobrecito —Se compadeció la mujer.—Chris, no seas egoísta. -No lo soy, pero si he venido al festival es porque me has prometido que podría ver a Kylie Minogue—Cuando esta lo miró entrecerrando los ojos y cara de querer estrangularle intentó defenderse—. Vamos Anne, que es gratis. Paul miraba sin comprender lo que ocurría a su alrededor. Tragó saliva. Había gente por todas partes, de todas las edades y formas, ataviados con peculiares disfraces donde la tela que cubría la desnudez de los esculturales cuerpos que bailaban y cantaban, brillaba por su ausencia. Parpadeó varias veces cuando observó embelesado a un par de mujeres con unos pantalones completamente ceñidos y camisas sin botones ni lazos, se manoseaban y besaban cariñosamente delante de todos. Lo mismo le ocurrió cuando su mirada se centró en los hombres, quienes iban cogidos de la mano como si de parejas normales se tratara. ¡Por todos los Santos que hasta iban rasurados¡ Lo más asombroso era que nadie parecía extrañado ni escandalizado con aquella situación. Chris y Anne se mostraban completamente a gusto en aquel lugar, bañado de trocitos de papel colorido, música por todas partes y un ambiente festivo como nunca antes había vivido. Se preguntó si aquello era real. Más aún cuando vio un cartel con la fecha que se suponía en la que se encontraba. Parpadeó varias veces. ¡No¡ Aquello era imposible. El sonido de una estridente canción que parecía salir del bolsillo del pantalón azul de tacto áspero que llevaba Chris, atrajo su atención. 

                                                                                 *** 

 -Dime—Contestó Chris por el móvil que se colocó después de sacarlo del bolsillo trasero de sus Levi’s mientras Paul lo miraba extrañado a la vez que Anne intentaba que bebiera un poco de agua.--¿De veras?—Seguía diciendo—. Por mí está bien, te esperaremos aquí entonces. -¿Era Tony?—Le preguntó Anne—. No le habrás dicho que Paul ha sufrido un pequeño accidente, no quiero preocuparle, ya sabes como es. -¿Habláis de Anthony?—Preguntó con un hilo de voz, aún no había olvidado las duras palabras que su amigo y él se dijeron la última vez que hablaron de su amado. -Sí querido, ya sabes cómo es de exagerado tu marido-- le explicó la mujer—, es capaz de ingresarte en un hospital por una caída tan tonta. Anne le sonreía como si el hecho de que Tony fuese su, ¿cómo lo había llamado?, marido, fuese la cosa más normal del mundo. ¿Se estarían burlando de él? Los hombres no podían casarse entre sí, hubiera sido un escándalo. Los hubieran encarcelados o algo peor. Intentó desviar la mirada de su amiga para que no se percatara de su desazón. No quería demostrar cuan fuera de lugar se sentía. -Me ha dicho que llevaba a tu padre a vuestra casa para que descansara del viaje y que le esperásemos aquí para irnos todos juntos al concierto. -Por supuesto—Asintió sin saber qué más podía decir mientras intentaba ponerse en pié con alguna dificultad. ¿Quién sería la tal kylie? Al hacerlo se fijó en el enorme anillo de oro blanco que cubría su mano derecha. Acercándosela al rostro cerró el puño y contempló la joya. ¿Acaso era posible que se hubiese casado con Anthony? Esa era una alianza sin ninguna duda, pero ¿él…? Desechó la idea por absurda pensando que su subconsciente le estaba jugando una mala pasada. Aquello debía ser un sueño, pensó mientras acariciaba el anillo con los labios. -Ya te vale Paul--le regañó Christopher--, deja de regodearte –le susurró--, no quiero casarme y Anne no deja de amenazarme con que si no lo hacemos me dejará. Intenta disimular un poco tu agrado por tu nuevo estado civil. Paul sonrió al ver la cara contrariada de su querido amigo. Pensó que en verdad había muerto y estaba en el cielo. ¿Qué él estaba casado con Anthony y Chris no quería casarse con su adorada Anne? Aquello sí que no podía ser cierto. -¡Chicos¡ Todos se giraron a mirar al lugar del que procedía aquella voz cantarina, y Paul miró anonadado como un Anthony vestido de arcángel, con la piel dorada, brillante, y un minúsculo taparrabos color oro, junto con unas enormes plumas blancas, las cuales suponía cumplían la función de alas, corría hacia ellos. El deseo de ver al objeto de su pasión tan falto de ropa lo asaltó de improviso y pensó que aquellos pantalones similares a los de Chris eran muy incómodos. -Menos mal que he llegado a tiempo—dijo mientras miraba con el ceño fruncido a su marido—. Creí que te había quedado claro que debías disfrazarte como yo. -Yo me he puesto lo que mi dignidad me permite—Señaló Chris consciente de que Paul estaba en un aprieto y era su momento de vengarse por lo de la alianza. Por su parte Paul era ajeno a todo menos al hombre que lo miraba con cara de querer estrangularlo. Sus esfuerzos por intentar no asaltar a Tony allí mismo delante de todo eran dignos de encomio. -No puedo creer que me hayas hecho esto--le reprochó—. Sabías que era importante para mí, después de tantos años de luchar porque fuesen reconocidos nuestros derechos… --Paul apenas lo oía, solo podía fijarse en esa boca contrariada--…es nuestro día, nuestro desfile, el día del orgullo de ser como somos, hoy es el gran día de cada año, el día en que ninguna persona debe avergonzarse de ser lo que es, cualquiera que sea su sexo, orientación sexual o identidad sexual… Paul interrumpió el sermón de su marido asaltándolo por sorpresa con un tórrido beso que consiguió que este se derritiera en sus brazos y abandonase cualquier signo de hostilidad. -A eso lo llamo yo una buena declaración de intenciones—Puntualizó Christopher mientras miraba con adoración a su pareja.--¿Crees que a Tony se le pasará el enfado? -Te he oído--le respondió el aludido al tiempo que se separaba de su marido—, y tú--le dijo a este--, que sepas que hará falta mucho más que un simple beso para que perdone tu falta de memoria. 



                                                                             - V - 

                                                                                                                              Londres, 1847
                                                                                                        Mansión del Duque de Rosewood 


-Parece que ya vuelve en sí. -Creo que deberías ir en busca del doctor para que lo revise de nuevo. —La mujer estaba muy preocupada por Paul y no se había movido de su lado desde que el médico le dijera que su hijo no corría peligro. No dejaba de sentirse responsable por lo sucedido. -Está bien-- la tranquilizó Julián--, vuelvo enseguida. Clare le dedicó una gran sonrisa a su esposo y lo observó marcharse del dormitorio donde habían instalado a Paul desde el accidente ocurrido en la mañana. Ese hombre la había salvado de acabar arrollada por el vehículo cuando ella había intentado arruinarle la vida en un afán de venganza sin sentido. -¿Te encuentras mejor?—Le preguntó al ver que Paul la miraba desde su lugar en la enorme cama. Estaba sin camisa, tan solo cubierto por un vendaje que le cubría parte del pecho y el hombro izquierdo, dejando a la vista su atlética figura a pesar de las rozaduras y cortes que presentaba. -¿Estamos en Londres? La muchacha lo miró perpleja antes de asentir con la cabeza. -Y… ¿la fecha?--¿Había sido todo un sueño? El vestido de Clare le indicaba que había vuelto a su vida. Miró a su alrededor, la habitación estaba decorada como la mayoría de los dormitorios para invitados en su tiempo. ¡Córcholis¡ -Es martes. -Dime mes, año… -Julio de 1.847—Le informó.--¿Te… encuentras bien?—Al decir esto le tocó la frente para asegurarse de que aquellas raras preguntas se debían a la fiebre. -Sí, sí, por supuesto—Compuso una pequeña sonrisa lo mejor que pudo y pensó que resultaba extraño estar manteniendo aquella conversación con Clare.--¿Estoy en tu casa?—Sin saber por qué la idea de estar en la casa de la familia de Anthony se le antojaba peculiar. -No -- sonrió la joven adivinando sus pensamientos--, estamos en casa de mi abuelo. Cuando ocurrió el accidente mi primo Chris pasaba justo frente donde nos encontrábamos y lo vio todo, por suerte acudió en nuestro auxilio y nos trajo a casa. -Humm—Paul no olvidaba que le habían prohibido la entrada a dicha casa. -Paul-- Clare parecía avergonzada por algo--, necesito hablar contigo. -¿No crees haber dicho ya bastante?—No pudo evitar sonar cortante. Allí estaba aquella joven de aspecto angelical que no le había traído más que sufrimientos—. A lo mejor es que aún queda alguien al que quieras apartar de mi vida. ¿No has hablado con mi padre aún?— Le preguntó con dureza pero, al ver que a la chica se le humedecieron los ojos, optó por cerrar la boca. Él no era una mala persona. No hacía daño gratuitamente si podía evitarlo. -Me gustaría disculparme contigo, pero no sé cómo. No dijo nada. Solo la miró. -Sé que después de todo lo ocurrido debes pensar lo peor de mí-- Paul hizo un gesto afirmativo con su entrecejo—, esta mañana, cuando me acerqué a ti no era sino con el propósito de pedirte disculpas por mi… como decirlo, mi estúpido egoísmo como lo llama Julián. Quería brindarte mi apoyo. Mi cariño y mi lealtad. A ti y a… a Anthony. -Vamos niña--la regañó molesto porque lo considerase tan idiota y crédulo—, te conozco desde que llevabas pañales. -Aunque no lo creas he cambiado—Clare hizo un mohín encantador—. Al menos en lo de ser tan caprichosa y no pensar nunca en los sentimientos de los demás. -¿Y puedo saber a qué se debe tal milagro?—Paul no tenía ganas de escuchar aquellas disculpas tardías, el daño estaba hecho. Él solo quería dormir y soñar que estaba de nuevo en Madrid, ciento cincuenta años más tarde en el tiempo. Quería volver a ver su alianza en el dedo. A su marido. -Me he enamorado de mi esposo y estoy esperando un hijo-- le confesó—, Julián es una persona tan tolerante y abierta de miras, tan adelantado a nuestro tiempo…, me siento fatal al ser yo la que sea la intransigente y la moralista… Paul la escuchaba estupefacto. -…no sé si mi esposo llegará a amarme algún día por haberle obligado a casarse conmigo por medio del chantaje. –Suspiró hondamente mientras clavaba su verde e intensa mirada en el hombre tendido en la gran cama de su abuelo—. Es cierto que quiero cambiar, y eso es lo que iba a decirte ésta mañana cuando salí detrás de ti al ver que no me habías visto. -¿Interrumpo? Julián asomó la cabeza a través de la puerta y Clare se sonrojó pensando que habría oído todo lo que le había dicho a Paul. -El doctor viene de camino—dijo como si no hubiese escuchado nada de las confesiones de su pequeña esposa—. Clare. -¿Humm?—La pobre no sabía que decir y Paul sonrió pensando que por fin alguien iba a meter en cintura a aquella taimada joven. -Déjame un momento a solas con Paul, necesito hablar de un asunto privado.— Julián miraba al accidentado mientras hablaba. Cuando la muchacha hubo abandonado la habitación, el hombre moreno y de tez bronceada, tomó asiento en la cama junto al herido. -¿Querías hablarme de algo? -Más bien de alguien—Lo cortó el tío de su amado. -Te escucho. Que remedio le quedaba que oír nuevos reproches. Paul estaba convencido de que Julián reprobaría la extraña relación que creía que Anthony y él mantenían. -No se me da muy bien hacer de celestino, así que lo diré sin rodeos. Paul lo miraba aguantando la respiración. -Anthony está sufriendo mucho con ésta separación que te empeñas en mantener-- a Paul le faltó el aire ante lo que acababa de oír--. Sé que no soy el indicado para dar consejos de como, bueno… de la forma en que deben aclarar sus sentimientos… --Julián había empezado a sudar—, vamos hombre-- se indignó—. Mi sobrino está locamente enamorado de ti y por lo que vi el día de la fiesta de las Talbot es plenamente correspondido. -No creo que sea un tema que debamos tratar aquí—No era el momento. No se encontraba bien y no quería hablar de lo que no podía ser. Él necesitaba dormir y soñar que estaba en otra época. En otro lugar. Quería soñar con taparrabos brillantes y plumas gigantes. -Desde luego que lo vamos a tratar. —Se enfadó Julián levantándose bruscamente y dirigiéndose al gran ventanal.— Soy consciente de la atracción entre ustedes y puedo intuir tus sentimientos, no diré que es la situación ideal, ¡demonios¡ si ni tan siquiera su madre ha sido capaz de comprenderlo. Se pasa todo el día llorando y suplicándome que le busque una cura. ¡Una cura¡ ¡Ja¡ -De verdad que no… -Escúchame bien —le dijo volviéndose hacia él con la mirada dura como el granito—. Mi sobrino quizás sea la única persona de mi familia que verdaderamente me importe, la única por la que he sido capaz de hacer muchas cosas -- Paul sabía que se refería a su matrimonio forzado con Clare--, siempre contará con mi apoyo, si quiere vivir su vida a su voluntad, contará con mi ayuda incondicional, y lo mismo digo de la persona que desee hacerle feliz. Se produjo un silencio tan tenso que cortaba el aire. -Gracias —Paul no sabía que decir. Desde luego nunca pensó encontrar apoyo en ningún hombre para su relación, menos aún de un familiar tan directo del propio Anthony. -Perdón que molestemos— Anne entró en el dormitorio sin llamar y seguida por un serio Christopher junto con sus pequeños. Paul agradeció la interrupción, no estaba preparado para dar ninguna respuesta. No por el momento.— Buenas tardes Julián—saludó la joven madre a su cuñado—. Vamos, vamos-- apremió a sus hijos—, id a darle un beso al tío Paul. A la vez que urgía a los pequeños lanzaba una mirada de advertencia a su marido, quien se mantuvo en silencio y sin atreverse a mirarlo a los ojos, aunque se pudo percatar de como se tensaban los hombros de Christopher al ver a sus hijos rodearle y subirse al enorme lecho junto a él, mientras su morena esposa sonreía complacida. -Ahora id abajo con la tía Sarah. Paul no pudo evitar sonreír ante la audacia de su querida amiga, la pequeña Anne parecía ser la que dominaba su gran familia, incluido a su pendenciero e irracional marido. -¿Te encuentras mejor?—Le preguntó mientras se acomodaba junto a él en el cabecero de la cama, como había hecho tantas veces desde que se conocieran. -Con tus cuidados no puedo quejarme—sonrió a la mujer haciendo una mueca. En realidad su gran pesar se iba desvaneciendo de a poquito. Primero Clare, después Julián y ahora sus adorados pequeños a los que quería como si verdaderamente fuesen sus sobrinos. -¿Puedo pasar?—Al parecer ahora le tocaba el turno a Justin. No lo había vuelto a ver desde el desafortunado día que lo echaron de esa misma casa. Asintió con la cabeza.— Vaya, veo que estás perfectamente, después de todo el alboroto que se ha montado pensé que estarías medio muerto.— Al decirle esto le dirigió una mirada cómplice, como las que le solía dirigir para decirle sin palabras que contara con su amistad pasase lo que pasase. -Yo… --Chris parecía ser el único que no se alegraba de verlo con vida --, solo quería decirte que me alegra mucho que estés bien—diciendo esto salió de la enorme habitación todo lo rápido de lo que fue capaz, dejando atrás a un Paul de mirada triste. -Dale tiempo —intentó justificarlo Justin. -Lo aceptará Paul-- auguró su esposa—, te quiere demasiado para no hacerlo, por eso es el que más sufre con ésta situación. 





                                                                               - VI - 

                                                                                                                              Noviembre de 1847                                                                                                                                                        Brighton 

 -Julián ha sido muy amable al cedernos esta casita en la playa. Es un lugar apartado e íntimo. Ideal para nosotros.—Paul se acercó a Tony con una copa de Jerez en la mano y un libro de poesía en la otra—. Ten—lo llamó cambiando de tema--, léeme un poco, me encanta oírte recitar a Byron. Tony le lanzó una mirada somnolienta desde su lugar en la enorme cama con dosel. Se estiró como un gato antes de levantarse y dejar que la nívea sábana resbalara por su cuerpo desnudo hasta caer al suelo y tomar el libro de manos de su hombre. Pensó que aquel lugar era mágico. La chimenea estaba encendida, siendo la única luz existente en el dormitorio, consiguiendo dar el toque de gracia al romántico lugar. -Pensé que te gustaban más otras cosas--le susurró el otro mientras lo acercaba a él a la vez que abría el batín color borgoña que Paul había usado para cubrirse y bajar a la enorme biblioteca a por una copa y el libro—. Después de todo, esta casita es la segunda vez que acoge a una pareja de amantes. Recuerda que aquí pasaron su luna de miel mi tío y Clare. Ante la mirada hambrienta de Paul el joven sonrió consciente de que por el momento nadie iba a leer. Los pelos se le pusieron de punta de anticipación. Cuando el cuerpo desnudo de Paul sintió la tibieza de la piel del otro, un estremecimiento lo recorrió de pies a cabeza, provocando que su miembro se endureciera al momento, irguiéndose desafiante ante la causa de su deseo. El calor fue subiendo desde sus entrañas para desperdigarse por cada punto sensible de su anatomía. Tal como pudo sentir que le estaba ocurriendo a su compañero. -¿Qué te parece si pasamos lo que queda de tarde aquí?—Tony empezó a darle pequeños besos por el cuello hasta bajar a su pecho, donde empezó a juguetear con el pequeño pezón de color rosado. Mordiendo, lamiendo, chupando. Provocando espasmos en Paul —. Podemos dedicarnos a recuperar el tiempo perdido. Mientras hablaba iba recorriendo con sus manos la ancha y esbelta espalda del hombre moreno, quien tenía los ojos entrecerrados de puro placer. Cuando las manos del joven rubio se cerraron sobre la masculinidad del otro, este dio un respingo, ardiendo, ante el conocimiento de lo que se avecinaba. Era como si su sangre cobrara vida propia ante la sola visión de Anthony, corriendo incontrolada por sus venas, como si se hubiera convertido en un potro desbocado que ansiaba la libertad. -Pensándolo mejor—susurró Paul--, creo que tienes razón.—Se inclinó para tomar a Tony entre sus brazos y besarlo con una pasión y deseo tan fuertes que incluso lo asustaron.—No es momento para leer. En un movimiento rápido colocó al hombre de espaldas a él, y sin pararse a pensarlo dos veces, lo cubrió con su cuerpo, sintiendo como sus caderas y las de Anthony se mecían en un compás sin música pero armonioso, una danza de pasión que solo parecía existir para ellos. Aquello era tan mágico, tan maravilloso sentirse dentro del delgado cuerpo de Tony, que sintió que iba a estallar de puro éxtasis. Pensó que algo tan maravillo no podía estar condenado. El amor no podía condenar a nadie. Aquello no podía ser pecaminoso cuando lo guiaba el sentimiento. El corazón. Después de que ambos llegaron al punto culminante del placer, se abrazaron tiernamente mientras oían la lluvia caer contra la enorme ventana. La paz lo inundó todo y, en ese preciso instante, Paul supo que había llegado a casa. Sintió que ese era su sitio y que ninguna otra persona podría hacerle sentir lo que le pasaba a su cuerpo y a su corazón cuando estaba con Tony. Sin embargo tendrían que aprender a vivir a escondidas, a hurtadillas. Él debía casarse para garantizar que su linaje no muriera y evitarle un disgusto a su anciano padre. No podía elegir. No había nadie quien pudiera heredar. Al menos le quedaba la esperanza de saber que en un futuro lejano habría otros como ellos que no tendrían que esconderse para vivir su amor libremente. Que podrían casarse. Que tendrían el apoyo de sus familias y amigos... Abrazado fuertemente por su secreto marido, como le gustaba pensar en Anthony, se quedó dormido con una sonrisa satisfecha.

                                                                                  ***
                                          
 -Ha llegado una carta para ti—Le dijo Anthony a la mañana siguiente mientras preparaba un suculento desayuno. Ellos mismos hacían las tareas de la casa para no tener a criados husmeando ni trayendo ni llevando chismes. Esa era una de sus breves escapadas y no querían mirones de por medio. -Qué extraño--le dijo Paul mientras tomaba el pequeño sobre encarnado de encima del recibidor--, solo Julián y Clare saben que estamos aquí. Bueno también Justin--al ver la mirada de sorpresa de Tony tuvo que ponerlo al corriente en relación con sus amigos--, no hay nada que ocurra sin que ese mequetrefe meta sus sucias garras escocesas—. Le aclaró con una sonrisa. Mientras Paul leía la misiva, su rostro se iba poniendo ceniciento progresivamente. Después miró al otro y una enorme sonrisa apareció en su atractiva faz, provocando que unos pequeños hoyuelos se marcaran en sus cuadradas mejillas. -Parece ser que somos hijos de Dios después de todo. -¿Paul? ¿Qué quieres decir?—Tony dejó lo que estaba haciendo y le quitó la carta para poder leerla. -No entiendo nada —dijo cuando la hubo acabado. -Jajaja, ¡ qué somos libres¡-- exclamó lleno de júbilo mientras tomaba al joven de las manos y lo hacía girar a la vez que daba piruetas junto con él--. Bueno, todo lo libres que podemos ser teniendo en cuenta nuestra situación. Anthony se paró en seco dejando de reír. -No entiendo como una hija natural puede ser la solución a nuestra situación. -Querido mío--la sonrisa no se había borrado de su rostro y su celeste mirada chispeaba--, el único problema que teníamos es que en mi familia no había nadie más, de línea directa quiero decir, que pudiera heredar a mi padre aparte de mí, y que fuese del agrado de este. -Sí, pero tu padre jamás aceptará a una nieta bastarda—lo miró un momento--. ¿Cómo puedes estar seguro de que es tu hija? ¿Cuántos años tiene? ¿Quince? Paul se puso serio un momento mientras se servía un poco del té que había preparado el otro hombre. -Ya sabes la vida disipada y sin control que llevé en mi juventud—de repente se sintió culpable por el trato que le había dado a Lillian. ¿Qué mejor forma de saber lo que ella tuvo que sufrir ante el desamor de él, que ahora que sentía que podría morir si Tony lo abandonaba? -No hace falta que entres en detalles--le sugirió--, todo Londres ha sido conocedor de tus correrías en tugurios y con demasiadas mujeres. -Bueno, conocí a Lady Lillian el primer año en que esta fue presentada en Sociedad. Tendría unos diecisiete años y yo unos veinte--se encogió de hombros—, que puedo decir, tuvimos un romance y cuando empezó a ponerse pesada la abandoné. Pocas semanas después supe que su madre se la había llevado de viaje por el continente. Hasta ahora no he sabido nada de ella. Al parecer me dio una hija—se rascó la barbilla--, debería tener unos catorce años más o menos. -Según la nota la niña quiere conocerte--señaló Anthony—, tal vez sepa que aún no te has casado y quiera que la reconozcas por si pudiera convertirse en heredera de un Ducado. Paul sonrió. -¿Crees qué me importan los motivos que la impulsan a querer entrar a formar parte de la familia? Para nosotros es una bendición, podré decirle a mi padre que ahí tiene su ansiado nieto y que me deje vivir tranquilo. Puede nombrarla su nueva heredera si se le antoja. -¿Y cuándo te pregunten por qué no te has casado que les dirás?—Tony estaba serio ahora. Ambos eran conscientes de que nunca podrían vivir en pareja frente a los demás. -Pues—Paul lo miraba con un tierna sonrisa—, tendré que meterme a aventurero, arqueólogo mejor, realizar viajes con la excusa de recorrer el mundo, por supuesto no podré hacerlo solo, deberé ir acompañado de mi inseparable amigo, y claro que…--se encogió de hombros--, cuando vuelva seré tan mayor que me convertiré en un viejo y tosco eremita. -¿No sientes curiosidad por conocerla?—Preguntó cambiando de tema y entusiasmado ya con la noticia. -Bueno--sonrió Paul—, lo cierto es que sí, además de resolver mis problemas, voy a ser padre. —Miró a su amado—. Mejor dicho, seremos padres. Tony corrió a abrazarlo y besarlo, feliz de que no deseara excluirlo del nuevo rol que tenían por delante. Serían libres para vivir su amor aunque desde las sombras. Paul no tendría que casarse, no sufriría viéndolo compartir su vida con él y la mujer con la decidiera desposarse para engendrar un heredero. Sonrió pensando que lo mejor y más importante de todo es que iban a ser padres.


                                                                                                                                                                                        FIN